Esto que escribe no es nada, no puede decir que sea algo, sólo un cacho de materia configurándose de forma distinta todo el tiempo, con ciertas sedimentaciones, pero energía condensada en fin.
Ni siquiera puede decir que es energía condensada, no tiene idea de lo que es, ni de lo que lo formo. Dice llamarse como si fuera una unidad, como si algo en él permanecería estable, pero lo único que lo hace es esa sensación, esa que engaña como cualquier percepción. Sino miren las ilusiones ópticas; vean como nuestros sentidos engañan, se turban. Ahí pueden ver que tan sinuosos son esos sentidos, esa reestructuración absurda del campo.
Entonces mi pregunta es la siguiente, ¿Cómo uno puede estar tan seguro que sigue siendo el mismo que fue? Si nuestra vista engaña, ¿por qué no habría de hacerlo nuestro “intelecto”? Creemos que somos los mismos, pero casi todas nuestras moléculas son renovadas, en un intercambio constante con ese medio que nosotros llamamos mundo.
Y a menos que seamos también el mundo, ¿podemos seguir manteniendo nuestra identidad? Si nuestra materia ni siquiera se mantiene, ¿es acaso posible constatar que lo sean nuestras interconexiones neuronales? Es el clásico dilema, que remite una y otra vez a lo trascendental, a esa esencia o estructura subyacente a la “realidad”.
Ellos se jactan de que sus experimentos lo “verifican”, ¿pero pueden afirmarlo, o simplemente es una forma de escapar a un hecho tan visto y común en nuestra “vida” cotidiana?; o sea, lo más propio de la vida, lo que le da sentido, lo que hace que peleemos por lo que queremos, por lo que deseamos, anhelamos, disfrutamos; nuestro punto ciego y a la vez nuestro misterio más arcaico: esa estúpida y maldita muerte.
Detener el paso del tiempo, sólo eso quieren; defensa, represión, una mera fantasía, todo vale con tal de no aceptar el devenir. Fijar, todo pretenden atrapar y poner en su lugar. Eso les da seguridad, cierta certidumbre que intenta detener aquello incontenible, aquello que no puede dejar de cambiar.
Ideas momias… puras ideas momias… frase que tanto me costó entender. Dos palabras, sólo dos míseras palabras, pero que tanto dicen a su vez, que sintetizan todo un mundo de progreso del que somos parte y hasta cuando sabe uno que seguiremos habitando.
¿Se entendió? Lo dudo. Igual ya es un hábito, cada uno ve lo que quiere ver. Siempre nos gusta creer que entendemos. Todo sea por nuestro abrigo. Acá no se trata de un mensaje en clave, no hay un código a descifrar, una profundidad a descubrir; esta todo ahí, en esas líneas. Las vendas ya no forman nada, cada una toma un camino diferente, no intenten enrollarlas, sólo síganlas.